Los romanos obligan a un guerrero tracio a pelear. Cuando se rebela, es obligado a luchar en la arena de los gladiadores.

Espartaco, ahora cristiano, abandona el deseo de vengarse ante la promesa de su amo de reunirlo con su esposa.

Aunque ha probado su valor en el entrenamiento, la actitud hosca de Espartaco y su empeño en encontrar a su esposa lo aíslan de los otros gladiadores.

Después de avergonzarse en la arena ante Cirxus, Espartaco tiene que pelear en las fosas. Batiatus se arriesga a no poder pagar sus deudas.

Batiatus propone a Espartaco y a Crixus que superen hostilidades y luchen como equipo contra un enemigo invicto y legendario.

Emocionado por el triunfo de Espartaco en la arena, Batiatus le promete que cumplirá su más ansiado deseo: reunirlo con su esposa.

Abrumado por la muerte de su esposa y la presión de Batiatus, Espartaco debe decidir: o maniente el manto de gladiador campeón o muere.

Batiatus comra más esclavos para entrenarlos como gladiadores, considera vender a Crixius. Llithia persuade a un nuevo recluta para matar a Espartaco.

Batiatus revela que Espartaco prestará servicio a la mujer más rica de Roma.

Espartaco y Crixus harán una pelea de exhibición para el cumpleaños de Numerius. Aunque Crixus está determinado a que corra sangre.

Espartaco está al borde del abismo mientras Batiatus planea vengarse de sus enemigos.

Lucrecia y Batiatus esperan a que Glaber los patrocine. Mientras tanto, Espartaco se concentra en planear su venganza.

La furia de Espartaco encuentra su fin en este impresionante final de temporada.